Cuando el sifón apareció, recordemos que era utilizado muy frecuentemente en hospitales y farmacias, lo que traía aparejadas una serie de susceptibilidades acerca de qué gérmenes podría portar el envase. Estas dudas eran aprovechadas (posiblemente también contribuían a sembrarlas) por las empresas comercializadoras de sifones auto-recargables, como podían ser los Sparklets, o los de las marcas Blitz o Altisent, que basaban en esas sospechas su mayor argumento de venta. En los anuncios siguientes se puede observar cómo la empresa del Blitz Sifón todavía iba más lejos en las dudas que iba sembrando hacia la higiene del sifón:
Diario de Huesca, 1915 |
Parece ser que precisamente para convencer a los consumidores de que los sifones no habían estado en ningún sitio indecoroso (en algún pueblo también se extendió la idea de que señoritas "de moral distraída" los utilizaban en vez del bidé), aparecieron las cabezas de sifón cuyo pico terminaba en una forma extraña, siendo los más comunes una cabeza de animal (pájaro o pez) o una flor.
La necesidad de convencer a la clientela del carácter "higiénico" de sus instalaciones, hizo que muchas fábricas de comienzos de siglo adoptaran este nombre:
El Labriego, decano de la prensa manchega, 15/08/1915 |
La opinión, Toledo, 31/12/1902 |
Afortunadamente, los consumidores terminaron de convencerse de que el sifón era un producto higiénico cuyo envase era limpiado con esmero para llegar a todas las mesas en perfectas condiciones, idea que hoy en día está reforzada gracias a la utilización generalizada y obligatoria de precintos de plástico termoretráctil.
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