Una de las
historias más apasionantes del Ribeiro
es la de la “Ruta dos arrieiros” o “Camiño real” que iba desde Ribadavia hasta Pontevedra. Desde el siglo
XV constituía la principal vía de comunicación entre ellas y se empleaba
principalmente para acarrear el vino del Ribeiro que llevaban en “pelexos”
(pellejos), que hacían los propios arrieiros de Camposancos y de La Graña con la “pel de castrón” (piel de
castrón), que a continuación mandaban a Nogarejos
(La Bañeza) en tierras de León, donde
eran impermeabilizados con pez y que después llenaban con el vino que luego
llevaban al puerto de Pontevedra que posteriormente se comercializaba en el País Vasco o en La Bretaña. Ya de vuelta aprovechaban para traer Bacalao
seco, raya curada y congrio, sardinas en seco, en salazón, en escabeche o
ahumadas, entre otras cosas que a lo largo del camino le iban encomendando
la gente además de cerámica y artesanía.
Este relato
viene a propósito porque que Beade
además de ser uno de los lugares donde cargaban el vino del Ribeiro como el de
la viña da xeitosa o de la viña da Portela, es allí donde aún
hoy se conserva un kilómetro del camino medieval, y que también era la primera parada que hacían
muchos de los arrieiros que salían desde Ribadavia.
A lo largo de los setenta kilómetros de recorrido, los arrieiros visitaban los lugares de Muimenta, Cortegazas, Camposancos, A Graña, A Airoa, A Laxe,
Pontecaldelas e Marcón antes de llegar a
Pontevedra. Los arrieiros
acostumbraban llevar para su trabajo,
yeguas o mulas para el acarreo de sus mercancías con las que compartían las
tristezas, las alegrías además de las inclemencias del tiempo, que no eran
pocas, con los asaltos ocasionales de los bandidos, a lo largo de un camino
lleno de riesgos y penalidades. El oficio de arrieiro, pese a que era muy sacrificado, en la mayoría de los
casos pasaba de padres a hijos que, aún sin hacer rico a nadie, imprimía cierto
estatus social y económico. Recientemente Pablo Rodríguez Fernández “Oitabén”
hizo un hermoso trabajo sobre “Os
arrieiros” en forma de cómic titulado “Pepiño O arrieiro”, con y para el
patrocinio de la comisión de las recientes fiestas de Beade de 2015, en la que
desenvuelve la historia de este camino mediante hermosos dibujos en viñetas a tinta china que recrean el ambiente de
los arrieiros en el siglo XVIII,
cuando las mercancías se pagaban en reales.
De la mano de nuestro paisano imaginario “Pepiño” y de Domingos “O
bicho da Graña” hacen un recorrido por el camino de los arrieiros desde Ribadavia hasta Pontevedra,
sin olvidar el apoyo en los textos y supervisión histórica de Alba Chao.
El que caso
es que en Beade existió, hasta
mediados del siglo pasado, una de las últimas mulas en activo de la región que
se llamaba “Cholito”. Era la mula de Nabor e Benigna, que trabajaba carreteando las cajas de gaseosas
que fabricaban en el bajo de su casa a la que le enganchaban un carro de color
verde claro y que de esa manera repartían su producto por zona do Ribeiro y los
alrededores. El gaseosero se llamaba Nabor Villanueva Raña, nació en el año
1911 y murió el 17 de octubre de 1961
a la edad de 50 años. Tuvo un solo hijo llamado Camilo que murió joven a la edad de 43
años en el año 1980 sin dejar descendencia. Su mujer, que llamaba Benigna Feijoo Raña, tras la muerte de Nabor, llevó adelante la fabricación de
gaseosas unos años más con
la ayuda de su hijo. Benigna murió
en el año 1996 a
la edad de 83 años. Tenían la casa-fábrica un poco más adelante del Bar Celta yendo hacia Caldelas y Beiro. La industria de Nabor
tenía el número 3909 del registro de las fábricas de gaseosas y sifones de
España.
Edificio que ocupó la fábrica de gaseosas de Nabor en Beade. Foto: M.A. Martínez Coello |
En los primeros tiempos, el agua la tomaban de una fuente que estaba
muy cerca de su casa llamada “a fonte dos tolos” (la fuente de los
locos), que aún existe. Más adelante
hicieron un nuevo pozo en su propiedad para de esa manera poder garantizar la
calidad y la cantidad de la materia prima. Tuvieron un empleado que se llamada Antonio Cibeira que ya murió y más
adelante cogieron otro llamado Antonio
Villanueva que aún vive, el caso es que le llamaban “Toniño” a ambos los dos. Benigna, la mujer de Nabor, era hermana de la abuela de Inés Villanueva y el padre de Nabor era hermano del bisabuelo de Inés, y por lo tanto sobrina de Nabor, que es quien me puso al
corriente de los pormenores y facilitó fotos para ilustrar esta bella historia.
A fonte dos Tolos. Foto: Miguel A. Martínez Coello |
Los cascos
de sus gaseosas constituyen hoy una joya por ser los herederos da famosa
botella “torpedo”, sólo que su base es plana para mantener de pie la
botella en vez de posición horizontal que tenía la original “torpedo”
para así mantener húmedo el corcho y que no saliese el gas, aunque en los comienzos
también emplearon la de “Bola” conocida como la “botella Codd” llamada así porque es a
quien se atribuye la invención, y que poco a poco fueron sustituyendo por culpa
de la prohibición de su empleo por Sanidad en los años 50 del siglo pasado. Este
casco era liso y sin ningún tipo de relieve.
Modelo de botella. Foto: M.A. Martínez Coello |
Su
producción fue sencilla y escasa, calculándose una rotación de unos 1.000-1500
envases que no iban serigrafiados y que se cerraban por medio de una chapa. La
mayor virtud de las gaseosas de Nabor era que a pesar de la dura competencia
con los fabricantes de los alrededores, tales como Hermida
de Leiro, Blancote de Paredes-Leiro,
Amadeo Neira, El Mexicano, Dieguez y Gómez en Ribadavia, E-V-CH
en Francelos-Ribadavia, Xouba en
Ventosela y Avelino Martínez Rosendo
de San Justo de Avión, llenaba su parcela comercial casi en exclusiva con los
vecinos del lugar y alrededores, con los viajeros y arrieiros que iban de paso camino de Camposancos, Alto da Rasa, Cortegazas o a Chan de Covelo que demandaban un producto fresco que pudiesen
consumir allí mismo y no tener que cargar con el pesado casco una vez vacío de
gaseosa, que tenían que devolver ya que de lo contrario estaban obligados a
abonar el envase. Ya en los últimos tempos para hacer el reparto de sus gaseosas,
compró un coche viejo “que xa estaba para
tiralo” (que ya estaba para tirarlo), a un taxista de Ribadavia que le
llamaban “O Calavera”.
Coche perteneciente a la fábrica de gaseosas de Nabor |
Son muchas
las historias vinculadas a Nabor con
Beade y los arrieiros, tal vez por el vínculo que la mula “Cholito” generó, como un recuerdo inmutable a través de los
tiempos para propios y extraños.
Arrieros somos y en el camino nos
encontraremos……