Las cabezas de los sifones sufrieron con el paso del tiempo una evolución en su composición y aspecto, ya que no en su forma, que apenas varió. Las primeras, de aspecto plateado, eran de peltre o calamina (el diccionario de la RAE define ambas como aleaciones de cinc, plomo y estaño). Fueron utilizadas hasta los años cincuenta aproximadamente. En ellas un mayor ennegrecimiento indica una mayor cantidad de plomo y, por tanto, se pueden fechar como anteriores a 1920, año en que se prohibió este elemento en las aleaciones destinadas a las cabezas de sifón. Justamente a esa época corresponden un tipo de cabezas peculiares y poco frecuentes, como eran las labradas o con el pico terminado en forma de flor o de cabeza de ave que comercializaba la casa madrileña Vázquez del Saz en 1918:
Aunque ya estaban disponibles desde finales del s.XIX cabezas de sifón de procedencia francesa con interior de porcelana para que el líquido no entrara en contacto con el metal, no fue hasta los años 50 que se obligó a que tuvieran un revestimiento plástico interior para que el líquido no entrara en contacto con el metal.
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Revista Contemporánea, Madrid 15/08/1899 |
Este hecho hizo desaparecer prácticamente todas las cabezas anteriores, pues los fabricantes vendían las antiguas cabezas a la fundición, donde se refundían y revestían de nuevo. Las nuevas cabezas ya venían pintadas o esmaltadas con el color de cada fabricante, así como con el nombre o la marca troqueladas como las anteriores. En la década siguiente, algunos fabricantes comenzaron a sustituir estas cabezas por otras de nailon (de color marfil) o de plástico (de vivos colores). En 1975 se prohibieron de forma definitiva las cabezas con algún componente metálico en su composición, aunque todavía era frecuente encontrar alguna entre los stocks de los fabricantes.
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Cabezas de plástico, nailon, metálica esmaltada y de aleación |
En cuanto a las fundas de plástico, fueron obligatorias en la década de los setenta de cara a garantizar la seguridad de los encargados de manipular los sifones y, sobre todo, de los consumidores. Anteriormente a esta disposición, ya se encontraban en el mercado fundas protectoras de metal que se utilizaban sobre todo en el ámbito de la hostelería y que podían resultar muy artísticas.
Las fundas de plástico eran de dos tipos:
-Las de rejilla, que eran de plástico rígido y que fueron las más utilizadas por la sencillez de su colocación y por resultar más económicas.
-Las fundas de goma, que debían colocarse mediante calor, y que se adaptaban perfectamente a la botella, consiguiéndose un resultado mucho más estético. Este tipo de funda admitía el mismo serigrafiado que la botella y a veces, para proteger el dibujo, éste se hacía en negativo por la cara interna de la goma, con lo cual simulaba el efecto de una serigrafía tradicional en cristal. Podían ser lisas o presentar orificios.
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Funda de goma |
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Funda de rejilla |
Con la aparición obligatoria de las fundas de plástico, los fabricantes dejaron de grabar sus envases, utilizando botellas lisas y anodinas. Sin embargo, el sistema también ha permitido que muchos envases de fábricas ya desaparecidas, así como envases que estaban en desuso, fueran reutilizados, al resultar más económicos que los nuevos, por lo cual las fundas han servido para conservar un importante patrimonio de marcas de diversas localidades y épocas. Lamentablemente, los envases que no sobrevivieron fueron los que escapaban a la forma cilíndrica, que vieron ahí cerrada ya cualquier posibilidad de uso posterior.
Fuentes: Hernández Duque, Francisco. La fabricación de gaseosas y sifones en Navarra. Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra nº85
Isábal Mallén, Silvia. Historia de las fábricas de bebidas carbónicas en La Litera. Littera 3. Revista de estudios literanos. Centro de Estudios Literanos.
Hemeroteca Prensa Histórica del Ministerio de Cultura