..........Los años de esplendor de las fábricas de gaseosas y sifones en España (1955-1975)
Nos habíamos quedado en anteriores entradas en la situación de las fábricas a comienzos del s.XX. La mayoría de las industrias que embotellaban bebidas carbonatadas lo hacían como complemento a otra actividad, resultando una forma de redondear ingresos en verano, siendo escasas las empresas que veían en esta actividad una forma de ganarse la vida durante todo el año. Éstas últimas solían actuar también como depósitos de cerveza y embotellaban, además de sus propios productos, marcas ajenas como podían ser Trinaranjus u Orange Crush. El consumo de bebidas refrescantes, que en los años 30 ya resultaban imprescindibles en fiestas y celebraciones, vivió un freno importante durante la Guerra y la difícil posguerra, y hubo que esperar hasta la segunda mitad del s.XX para que se reactivara.
Se calcula que en 1955 se consiguió alcanzar el nivel de vida de antes de la Guerra. Los españoles, que venían de sufrir años de escaseces, se lanzaron entonces al consumo masivo de estas bebidas. Los refrescos dejaron de ser un producto asociado a las grandes ocasiones, y pasaron a formar parte de la dieta habitual de las mesas españolas.
El aumento de la demanda trajo consigo el reparto casa por casa, y también empezaron a generalizarse las botellas de 1 litro de capacidad, que eran denominadas en las mismas fábricas como "gigantes".
En la década de los 50 había ya 5000 fábricas en España y, para evitar fraudes y garantizar la adecuada garantía higiénica de los productos, la legislación se volvió más estricta, obligando a los fabricantes a adoptar nuevas medidas como fueron ventilación, suelos impermeables, tuberías adecuadas, alicatados en las paredes o filtros para el agua. En 1958 se creó un registro sanitario para los fabricantes. A partir de entonces, la legislación siempre fue muy escrupulosa en el tema del agua, imponiendo la realización de análisis periódicos cuyos resultados a veces obligaban a los fabricanes a realizar tratamientos correctivos (cloración, decantación, filtros adicionales...).
Fueron los años en los que grandes marcas como Coca-Cola (que, recordemos ya había estado en España en la década de los 20), Pepsi-Cola o Schweppes entraron en nuestro país, y los años en los que marcas nacionales como La Casera o Kas, iniciaron su andadura. Los fabricantes, además de comercializar sus productos de elaboración propia, se convirtieron en distribuidores de todas estas bebidas, y de muchas otras que nada tenían que ver con los refrescos, como agua, vino, cerveza, leche o sidra.
Como consecuencia de toda esta transformación, muchos de aquellos pequeños fabricantes tuvieron que desaparecer, pues ahora era necesaria una mayor inversión en maquinaria, en instalaciones, en medios de transporte y en mano de obra.
Las fábricas de refrescos vivieron durante estos años su máximo esplendor, y sus productos, serigrafiados con vivos colores, ampliamente publicitados y presentes en todas las casas, se convirtieron en el símbolo de una España que había dejado atrás la miseria.
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